En Chile (y en muchos otros países) los profesores
universitarios ganan más y tienen mayor prestigio social que los profesores de
media; éstos, a su vez, ganan más y tienen mayor prestigio que los profesores
de básica. Lo que expresa esta tendencia es un peligroso desprecio por lo
básico. Como si la tarea de enseñar la base, esto es, lo fundamental, no fuese
– y valga mucho la redundancia – una tarea fundamental.
La base es aquello sobre lo cual se construye. Una
base sólida no asegura una construcción sólida, pero es conditio sine qua non. Pregúntele a cualquier profesor de media lo
que es tratar de enseñarle matemáticas a un alumno que no tiene la base. La
respuesta que recibirá irá con toda probabilidad desde un “realmente difícil”
hasta un resignado “imposible”. O piense cuánto más sencilla puede ser la
formación cívica de un joven cuando desde pequeño se le han inculcado valores
como el respeto por el otro y la solidaridad. Sin estos valores de base, educar para la democracia se
hace cuesta arriba. De ahí buena parte de la importancia que los teóricos de la
educación le han dado en el último tiempo a la educación inicial. (Habría que
notar que una educadora de párvulo gana todavía menos y tiene aún menor estatus
que un profesor de básica.)
El primer desafío de un sistema educativo, y por
lejos uno de los más difíciles, es el de sentar
las bases. Y para ello debe contar con profesionales comprometidos y del
más alto nivel. Porque lo verdaderamente complejo no es enseñarle a los que ya tienen
la base (es cosa de ver lo que ocurre en colegios como el Instituto Nacional).
Lo que cuesta en serio es el trabajo a nivel de los cimientos. No sólo porque
son los cimientos y, por ende, el trabajo hay que hacerlo “desde cero”, por así
decir, sino también porque mientras más pequeño es el niño, más preparado debe
estar el profesor a nivel pedagógico. Usted puede contar con la lectura y la escritura
para enseñar muchas cosas, pero debe ampliar sus recursos pedagógicos si lo que
tiene que enseñar es la lectura y la escritura.
Asimismo, sus alumnos estarán en muy buenas condiciones para aprender si tienen
confianza en sus propias capacidades, pero esta base de confianza debe inculcarse antes de que uno pueda descansar
sobre ella. La tarea del educador inicial, sea de párvulo o de básica, consiste
en construir sin base, porque aquello que debe construir es precisamente la
base. Y para construir sin base se requiere mucha preparación, creatividad e
inteligencia. Por ello es que los profesionales encargados de esta tarea deberían
estar no al fondo sino al tope de la tabla de pagos y elogios.
A nivel de política pública, este reclamo se traduce
en la necesidad de revisar seriamente los modos en que hasta ahora se ha
intentado “tentar” a los egresados de media con la carrera de pedagogía en
educación básica. Está claro que medidas como la Beca Vocación de Profesor no
resuelven el asunto. Para que un estudiante con vocación opte por esa vocación –
en vez de preferir otra carrera con mejores perspectivas de desarrollo futuro –
no basta con ofrecerle la gratuidad de los estudios: hay que asegurarle además el
ingreso económico y la valoración social que, por ahora y por desgracia, los
profesores de básica no tienen en nuestro país. Hay que mostrarle que en Chile
se ha entendido que lo básico es lo fundamental.