sábado, 8 de junio de 2013

Responsabilidad compartida

A los profesores les ha dado con que ellos no se pueden hacer cargo de ciertos aspectos de la educación de los niños – que es en la casa, no en la escuela, donde uno debe aprender, por ejemplo, a respetar al prójimo, a ser responsable, a 
cuidar el medio ambiente, a tener valores, etc. (ver foto). Este reclamo es bien curioso, sobre todo si se considera que en Chile todas esas cosas están prescritas como metas de la enseñanza básica en el artículo 29 de la Ley General de Educación. Por otra parte, es evidente que los padres no pueden desentenderse de la educación de sus hijos, por mucho que haya algunos que traten de pasarle la pelota a la escuela y retirarse del juego, o quedarse como meros espectadores. 
Ni la casa ni la escuela tienen la exclusividad en lo que respecta a la educación de la población.  El profesor que se niega a inculcar valores y respeto por los demás falta a su trabajo y contraviene la ley. El padre que transfiere a otros el deber de formar a sus hijos es un mal padre. 

Estas dos posiciones extremas oscurecen lo que a todas luces es una situación de responsabilidad compartida. Si hay todavía alguna "alianza" que valga la pena hacer entre la escuela y la familia, tiene que ver, pienso, con esta sociedad de responsabilidad educacional con el reconocimiento mutuo de que ambos tienen un rol activo, aunque por cierto no el mismo, en la tarea fundamental de la civilización.

Claro que como están las cosas referirse a la educación de esta manera parece un mero arranque de grandilocuencia. Las universidades formadoras de profesores están repletas de estudiantes con poca o nula motivación (ni para estudiar ni para enseñar) cuyos prejuicios sobre el aprendizaje, el conocimiento y la actividad docente logran sobrevivir prácticamente intactos los programas de formación. Las familias, por su parte, y esto lo saben bien los terapeutas familiares, suelen proveer terreno fértil para el cultivo de buena parte de las malas costumbres y las formas de actuar y de sentir menos saludables de sus miembros. La gente aprende cosas en su interacción familiar, no hay duda; pero que haya aprendizaje no implica que hay educación.

Una tentadora movida redentora de culpas que tienen tanto padres como profesores es la de responsabilizar a los niños. El problema no es que yo no quiera educar a mis hijos, sino que mis hijos no se dejan educar. Simplemente "no hacen caso". El problema no es que mi clase sea aburrida, descontextualizada y pasada de moda, sino que el alumno no quiere estudiar, o no puede, o tiene TDAH, etc. Total que la víctima termina siendo el acusado – y su condena puede ir desde la pobre ignorancia y la falta de mundo hasta otros castigos bastante más dañinos para ella y para la sociedad entera. Porque no le extrañe, señor, señora, que una sociedad en la que nadie se responsabiliza por la formación de la ciudadanía, en particular en lo que atañe a asuntos como el respeto hacia el otro y hacia la naturaleza, termine volviéndose autodestructiva. ¿Quién se responsabilizó de enseñarle al asesino a sueldo que la vida humana es sagrada? Ni sus padres ni sus profesores. ¿Quién asumió el deber de enseñarle al dueño de la fábrica que las personas no han de ser explotadas y que el medio ambiente no debe estrujarse y contaminarse de ese modo? Ni sus padres ni sus profesores. ¿Quién se encargó de entrenar al terrorista en técnicas de resolución no violenta de conflictos?

Déjenme ahora cargarle un poco la mano a la escuela – y espero que esto no se lea como un intento de des-responsabilizar a los padres. Porque aun cuando su responsabilidad es innegable, el grado en el cual sean capaces de cumplir con ella va a depender (no completamente pero sí en alguna medida) de varias de esas capacidades y disposiciones que, por ley, debieran desarrollarse en la escuela. En efecto, cosas como la capacidad de asumir compromisos, la confianza en uno mismo y la empatía, todas ellas prescritas en la ley como objetivos generales de la enseñanza básica, resultan muy útiles, si no esenciales, para ser un buen padre. Alguien puede alegar aquí que esto es sobre-responsabilizar a la escuela, que los profesores ya tienen suficiente con enseñar lenguaje, matemáticas y ciencia como para que les sigamos metiendo tareas. Yo supongo que quien alega esto está pensando la educación básica como dirigida a preparar el terreno para formar profesionales más que personas: olvida que la escuela debe entregar las bases no sólo para que los niños puedan seguir estudios superiores si así lo desean, sino también para que puedan ser buenos ciudadanos, buenos amigos, buenos esposos y, por cierto, buenos padres. Esto es lo que se entiende por "formación integral" – una expresión que abunda entre los educadores. De modo que resultaría bastante curioso que esos mismos educadores negaran la responsabilidad (parcial) de la escuela en el tipo de padres que tenemos.          












5 comentarios:

  1. Respuestas
    1. ¡Habría que preguntarle a los poetas! De hecho, se me vienen a la mente algunas canciones...

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  2. El gran problema de la educación se encuentra en su estructura: es un sistema que se creo durante la revolución industrial y que, al igual que la economía, se encuentra limitada a las necesidades de una época que pasó hace prácticamente 200 años.
    Entonces tenemos que la educación se basa en un sistema industrializado, que busca elaborar productos que tienen incluso una fecha de manufactura. De hecho los colegios, salvo algunas excepciones, tienen una arquitectura de industria.
    En nuestro sistema educacional, no se considera que pueda haber un alumno que, por ejemplo, tenga las capacidades matemáticas de 4º básico, pero que su nivel de lenguaje sea de 2º básico.
    De alguna manera los niños que son más aventajados en algunas de las áreas de enseñanza son obligados a nivelarse por debajo de sus capacidades y, por otra parte los que tienen dificultades en alguna materia en particular, tienen que sufrir la frustración de pasar esos ramos durante toda su vida escolar con nota roja. Esto resulta en un verdadero calvario.
    Esta situación se suma al problema de los contenidos que, tal como se afirma en este artículo, deberían tener una presencia de lo que es vivir en sociedad de manera armónica, respetando el ethos y al prójimo en particular.
    En los colegios católicos o de cuño religioso supuestamente se entregan este tipo de valores, pero claramente vemos que no se ve reflejado en la práctica. Antiguamente se enseñaba urbanidad y civismo en el colegio, pero aparentemente la sociedad no necesita aprender este tipo de cosas que le quita el tiempo a las matemáticas y al lenguaje, que son los focos de la educación contemporánea.

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  3. Es interesante que lo que tu dices no es solo la opinión de un "académico alejado de la realidad", como algunos podrían pensar. No puede no venirme a la mente la visión de la educación de los padres y apoderados en dos escuelas de la Araucanía, una en una comunidad rural mapuche y otra una escuela municipal en villarrica, que estoy estudiando. En ambos contextos hay consensos sobre dos cosas. 1. la formación en valores es de responsabilidad compartida entre la escuela y la familia; 2. la educación escolar tiene que formar primero que nada PERSONAS. El tema académico es solo un aspecto de una formación que es vista como integral.
    Lo interesante es que la escuela mapuche, que tiene un proyecto educativo orientado a la fortalecimiento de la identidad cultural, sí cumple con las expectativas de los padres de formar personas (o che) antes de profesionales. Pero no pasa lo mismo en la escuela municipal, donde no hay un proyecto cultural ni educativo tan preciso, donde más bien se forman los chicos para que puedan llegar lo mejor posible a la enseñanza media. Aquí la brecha entre lo que los padres esperan de la educación escolar y lo que la escuela realmente ofrece es más notoria. Me pregunto en cuántas otras escuelas municipales pasará lo mismo.

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