lunes, 3 de junio de 2013

¿Qué es un buen profesor?


Los especialistas en educación de todo el mundo parecen estar de acuerdo en que la mejora de la educación pasa necesariamente, y sobre todo, por la posibilidad de contar con buenos profesores. La investigación muestra además que la ciudadanía está más o menos alineada con esta idea (por ejemplo, la excelencia docente es por lejos aquello que la gente señala cuando se le pregunta qué debe mostrar una escuela para decir que ofrece educación de calidad). Hay, sin duda, muchos otros factores que inciden en la enseñanza. El punto es que, como se dice (cada vez más) a menudo, ningún sistema educativo puede dar más de lo que dan sus profesores.

Pero, ¿de qué hablamos exactamente cuando hablamos de un buen profesor? Bueno, depende de cómo conciba uno la tarea del profesor. Si se la restringe a cosas como enseñar a leer, escribir, sumar y restar, los criterios de lo que cuenta como enseñanza de excelencia van a ser bien distintos de los que habría si la tarea educativa fuera formar ciudadanos virtuosos, o preparar la fuerza laboral del país, o desarrollar la inteligencia y la creatividad de los estudiantes, o “reproducir la cultura”, o transformarla, o disminuir la inequidad social, o todas esas cosas juntas. Lo que está en juego aquí es qué es lo que se espera que la educación haga, cuáles son sus metas. Sólo habiendo resuelto esto puede uno dibujar con exactitud el perfil de lo que sería un profesor de calidad. 

El tema es altamente complejo y su tratamiento supera por mucho las consideraciones que se puedan hacer en una columna. Pero si consideramos lo establecido en la Ley General de Educación, la educación (básica) debería estar dirigida a que los estudiantes adquiriesen los conocimientos, las habilidades y las actitudes para todo lo siguiente: desarrollarse en los ámbitos moral, espiritual, intelectual, afectivo y físico de acuerdo a su edad; desarrollar una autoestima positiva y confianza en sí mismos; actuar de acuerdo con valores y normas de convivencia cívica, pacífica, conocer sus derechos y responsabilidades, y asumir compromisos consigo mismo y con los otros; reconocer y respetar la diversidad cultural, religiosa y étnica y las diferencias entre las personas, así como la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y desarrollar capacidades de empatía con los otros; trabajar individualmente y en equipo, con esfuerzo, perseverancia, responsabilidad y tolerancia a la frustración; practicar actividad física adecuada a sus intereses y aptitudes; adquirir hábitos de higiene y cuidado del propio cuerpo y salud; desarrollar la curiosidad, la iniciativa personal y la creatividad; pensar en forma reflexiva, evaluando y utilizando información y conocimientos, de manera sistemática y metódica, para la formulación de proyectos y resolución de problemas; comunicarse con eficacia en lengua castellana, lo que implica comprender diversos tipos de textos orales y escritos adecuados para la edad y expresarse correctamente en forma escrita y oral; acceder a información y comunicarse usando las tecnologías de la información y la comunicación en forma reflexiva y eficaz; comprender y expresar mensajes simples en uno o más idiomas extranjeros; comprender y utilizar conceptos y procedimientos matemáticos básicos, relativos a números y formas geométricas, en la resolución de problemas cotidianos, y apreciar el aporte de la matemática para entender y actuar en el mundo; conocer los hitos y procesos principales de la historia de Chile y su diversidad geográfica, humana y socio-cultural, así como su cultura e historia local, valorando la pertenencia a la nación chilena y la participación activa en la vida democrática; conocer y valorar el entorno natural y sus recursos como contexto de desarrollo humano, y tener hábitos de cuidado del medio ambiente; aplicar habilidades básicas y actitudes de investigación científica, para conocer y comprender algunos procesos y fenómenos fundamentales del mundo natural y de aplicaciones tecnológicas de uso corriente; y conocer y apreciar expresiones artísticas de acuerdo a la edad y expresarse a través de la música y las artes visuales. 

Entiendo que alguien que nunca ha revisado esta ley pueda sorprenderse, teniendo en cuenta que lo que pasa de hecho en las escuelas de nuestro país está a años luz del tipo de educación dibujado por estas metas. Pero esto es lo que por ley tendría que perseguir la tarea educativa. O sea es una tarea bien ambiciosa – infinitamente más ambiciosa que la de enseñar lenguaje y matemáticas. En este sentido, es un paso importante el que ha dado recientemente el Consejo Nacional de Educación, al incluir en la medición de la calidad educativa ocho criterios adicionales al SIMCE. (El paso siguiente es invertir la ponderación establecida, que le da al SIMCE un 67% del peso, versus un pálido 33% para factores como autoestima académica y motivación escolar, convivencia, formación y participación ciudadana, y hábitos de vida saludable, entre otros. Porque, digámoslo, el SIMCE es a los resultados de aprendizaje esperados apenas lo que una muestra de sangre al cuerpo humano.)    

Pero no voy a profundizar en esto aquí. Lo que quiero mostrar es que el perfil de profesor que se requiere para poder ofrecer una educación que satisfaga las demandas de la ley es increíblemente ambicioso. Estamos hablando de un profesor que sabe enseñar muchas cosas y muy diversas: sabe desarrollar capacidades lo mismo que impartir conocimientos; inculcar valores lo mismo que despertar la sensibilidad artística; preparar para el trabajo en equipo lo mismo que para asumir responsabilidades, respetar la diversidad y cuidar la salud tanto física como mental.

Más aún: todo esto debe enseñársele no a unos pocos, como era antes, sino a toda la población. Hace algunas décadas sólo algunos niños iban a la escuela, y unos pocos se mantenían en ella – generalmente los mejores estudiantes (de castellano y matemáticas). En la actualidad la cobertura es prácticamente del cien por ciento, y el porcentaje de escolaridad completa no está demasiado por debajo de ello. Eso quiere decir que en la sala de clase encontramos niños que aprenden de maneras muy distintas, sea que se deba a los diferentes “estilos de aprendizaje”, o a las "necesidades educativas especiales", o a las "inteligencias múltiples", o a las diferentes "personalidades", o a lo que sea que explique el ya bien sabido hecho de que una misma metodología de enseñanza puede ser sumamente efectiva con unos pero no con otros. En este contexto, el profesor debe disponer de – y manejar relativamente bien – un abanico de procedimientos. De lo contrario, su tarea será efectiva sólo con algunos, quizá con apenas unos pocos. Y saber enseñarle sólo a unos pocos, por ejemplo sólo a los "buenos alumnos", no es suficiente para merecer el título de buen profesor. Es precisamente cuando un estudiante no ha podido alcanzar todavía un cierto desarrollo intelectual o emocional, o cuando no puede quedarse sentado ni poner atención en una sola cosa por mucho rato, o cuando no tiene la disposición a seguir instrucciones ni a estudiar, o cuando se dan varias de estas y otras situaciones, es precisamente entonces que se manifiesta la necesidad de contar con profesionales de la enseñanza (y con escuelas de pedagogía). Mientras mayor sea la versatilidad de un profesor, mientras más variada la gama de situaciones y de personas con que sus prácticas resultan en aprendizaje, más inclinados vamos a estar a considerarlo un buen profesor. 

La excelencia docente, entonces, requiere de una riquísima gama de competencias, algunas de las cuales son altamente complejas. Involucra, entre otras cosas, la capacidad de enseñar sobre diversas temáticas, de inculcar valores, de entrenar en habilidades cognitivas y emocionales, de dominar diversas metodologías o estrategias de enseñanza y de discernir cuál de ellas es la más apropiada para cada caso. Saber enseñar a leer y escribir es, por cierto, una competencia pedagógica importante; pero es apenas una, y una que no sirve de mucho si no se tiene además la capacidad de adaptar adecuadamente esa enseñanza a todos los estudiantes.         


Pregunta: ¿es posible formar un profesional de estas características en 4 o 5 años? (Antes de contestar, revise de nuevo las metas educativas que la ley pone para la enseñanza básica y recuerde la variedad y complejidad de las competencias asociadas al buen profesor.) Otra pregunta: ¿por qué la carrera de pedagogía tiene que durar 4 o 5 años? (¿Por qué nadie le pide eso a los formadores de médicos?) Y otra más: ¿cuánto tiempo dedican los programas de formación docente al desarrollo de competencias propiamente docentes, y cuánto a impartir “materias” (matemáticas, historia, biología, etc.)? Y una más: ¿por qué esas materias? (Vuelva a repasar las metas educativas.) 



18 comentarios:

  1. Yo estoy de acuerdo en preguntarse qué es un buen profesor, creo que la reflexión es interesante y actualizada, sin embargo, la pregunta más importante para mí actualmente es ¿qué es lo que tenemos que saber nosotros los formadores y cómo hacemos que sean lo queremos que sean?
    Es decir, no es sólo lo que tienen que saber los nuevos profesores sino cómo nosotros cambiamos para que ellos sean así. Mi problema somos nosotros a fin de cuentas. Sea lo que sea, si no pasa por nosotros, si no lo hacemos nosotros, pongamos las características que pongamos, ellos no van a cambiar.

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    1. Qué quieres que te diga, no puedo estar más de acuerdo.

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  2. Evidentemente, hacer este análisis y manejar la información que nos presenta Alfredo es fundamental para nuestro cambio, en el sentido de lo que propongo.

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  3. Para contestar a la pregunta: Primero que nada, un profesional que ha cambiado, que ha tenido un vuelco en ver el mundo, a los niños y al conocimiento. Alguien que ha tenido un cambio conceptual respecto al aprendizaje y, por consecuencia, en la enseñanza.

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  4. Siguiendo a Viviana, y quizás yendo un poquito más lejos la pregunta de fondo es ¿para que educamos? ¿que esperamos de la escuela, de los profesores actuales y futuros?, yo tiendo a pensar que la escuela y los profesores tal como estamos nos lleva a un despeñadero, tengo la recurrente sensación de que debemos cambiar radicalmente la manera en que entendemos como se educa ¿con o sin profesores?¿con o sin salas?¿con o sin notas?, una vía; salir al mundo mirar y observar el mundo, la gente, los seres del mundo, tratar de entenderlos y mejorarlo ¿hace falta la escuela?

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  5. No sé porque aparezco como Marcela, pero el comentario lo hice yo Andrés Ried L.

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    1. Andrés, apareces con ese nombre porque es la identidad de un blog hecho con tu cuenta, pero no te preocupes nadie se enterará ...
      Saludos.

      Marlene H.

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  6. La pregunta que más me inquieta es: "¿Es posible formar un profesional de estas características en 4 o 5 años?".

    Por mi parte, pienso que NO ES POSIBLE, pero no por la cantidad de años ni por los refuerzos en materias consignadas para el efecto que se quiere lograr, sino que simplemente, porque creo que más allá del PROFESOR está siempre superpuesta LA PERSONA. Creo que es más posible acercarse a las modificaciones efectivas en el cumplimiento de las metas en un grupo de alumnos de edad infantil (enseñanza básica) y formar esa identidad de valores que se requieren en un ser humano. Pero incluso así, aunque más posible, es también dificultoso, debido a que cada niño viene ya dependiendo de un factor familiar y cultural determinante para su acción en sociedad. Por lo mismo, imaginar que pueda resultar entregar una formación de valores a personas en edad adulta, me parece bastante complejo. Sin embargo se podría lograr quizás, pero con otras vías. Yo consideraría sugerencias hacia un "nuevo modelo" para captar a los " mejores profesores" en donde se perfilen las características necesarias para acceder a la formación docente, incluyendo las áreas de conocimiento que deben resguardarse para la entrega de contenidos, en escala de actualizarse, (más que mal, el mundo exige las garantías de una concepción sobre el mundo y sus procesos, si llegaran a desaparecer los contenidos, sería como eliminar un sentido antropológico a la existencia y reconocimiento de la evolución humana) Continuando con el tema, respecto a "los perfiles" para el acceso a la formación docente, creo que sería un buen punto de inicio para comenzar con el proceso de cambio en la mentalidad de quienes saldrán en un futuro a ejercer pedagogía con grupos humanos diversos y ávidos de comprender cómo y para qué sirven las metas que el ministerio ha propuesto en el eje educativo de enseñanza básica. Y para eso, se pueden implementar herramientas de evaluación, que no sean necesariamente ser el "mejor alumno de la clase", expresado en calificaciones altas, que muchas veces no se condice con su "hoja de anotaciones escolares" en donde sí, van aspectos de valores (responsabilidad y criterios, sobre todo) Por el momento ese sería mi aporte, hasta que aparezcan más opiniones al respecto, ya que este tema es de sumo muy relevante para la sociedad actual.

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    1. Si “cada niño viene ya dependiendo de un factor familiar y cultural DETERMINANTE para su acción en sociedad”, ¿para qué educamos? Mejor sería crear escuelas de acuerdo a las características de las “determinaciones” de los niños, bien agrupados y organizados, y prepararlos para que sirvan a la sociedad de acuerdo a las capacidades que sus familias y ambientes culturales les han "determinado". Sería como El Mundo Feliz (Brave New World) de Aldous Haxley.

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    2. Concuerdo plenamente. En parte por eso no me gusta la selección de alumnos.

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  7. ah...y otro link que puede interesarte es del Blog de Luis Navarro http://realidadeducacionalchilena.blogspot.com/2013/05/estandarizacion-en-educacion-lecciones.html

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  8. Como profesor general básico comparto la visión expuesta por Viviana en relación a la importancia de la formación docente. Comparto con ustedes mi creencia, generalizada tal vez, de que se puede hacer un mejor trabajo durante la formación de pregrado, es la instancia ideal para dotarnos de las herramientas necesarias para nuestro desempeño profesional. Si pudiéramos medir el desempeño de los formadores docentes, estoy seguro que correlacionaría significativa y positivamente con nuestro desempeño.
    Por eso los invito a definir claramente lo que entendemos por buen profesor, además de preguntarnos qué es un buen formador.
    Por otra parte, al leer los comentarios sobre la factibilidad de formar un profesional con las características señaladas en 4 ó 5 años, no puedo dejar de percibir un sentimiento de psedofatalismo, casi asumiendo que es imposible o muy difícil. Espero que ningún formador de profesores asuma esa postura, ya que sería decepcionante saber que están formando profesores, sabiendo de antemano que es una empresa imposible de llevar a cabo en tan poco tiempo. Si alguien adhiere a esto la pregunta lógica siguiente sería ¿por qué lo siguen haciendo?

    http://diariodeunaconcienciaperdida.blogspot.com
    @felipepinoc

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  9. y por qué todo recae en el profesor o profesora? y donde quedó la mamá, el papá, el tío, la abuela, el portero, el auxiliar? acaso no enseña también usted (usted, en el entendido del lector de estas letras) cuando no cede el asiento en la micro? o cuando le abre, gentilmente, la puerta a una dama? Volviendo al colegio, no solo "Lo que está en juego aquí es qué es lo que se espera que la educación haga, cuáles son sus metas" sino también -me parece que está en juego- es cuales son los límites de la educación/labor del profesor o profesora dentro del colegio (o liceo, o Scuola o Schule o Elementary School o el nombre que corresponda)
    ¿Dónde queda la responsabilidad social (y por qué no, educativa) de los que establecen la Ley General de Educación? ¿Y así la de tantos otros miembros de la comunidad llamada Chile? El profesor, la profesora, es, a mi juicio, uno más de varios actores, participantes, modelos, en el proceso de formar (o deformar?) a los estudiantes (o calienta sillas) de nuestros colegios.

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  10. y otro punto: "Mientras mayor sea la versatilidad de un profesor, mientras más variada la gama de situaciones y de personas con que sus prácticas resultan en aprendizaje, más inclinados vamos a estar a considerarlo un buen profesor." Y por qué este criterio no se aplica a otros profesionales? Acaso un ingeniero, por ejemplo, debe dominar todas las situaciones eventualmente aplicables a una ingeniería? Entonces no me hace sentido que haya al menos diez especialidades de ingenieros. Lo mismo con los médicos. Es lo mismo un especialista en broncopulmonar que un traumatólogo? ¿vamos a los psicólogos? (educacionales, laborales, clínicos, comunitarios) ¿o a los periodistas? (de espectáculos, judiciales, deportivos, de crónica roja)

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    1. Excelente punto, por cierto. Pasa que mi comentario se refiere al profesor de básica, o sea no al profe especialista sino al "generalista", al que tiene que enseñarle de todo a los chicos. Es común, por ejemplo, que hasta cuarto básico los niños tienen un solo profesor o profesora. Y en las escuelas rurales eso se puede extender a toda la básica. Pero sin duda que hay un momento en que se acaba la básica y se requiere la especialización. Las metas educativas a las que yo me refiero son las de la enseñanza básica.

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  11. "ataraxia", según entiendo, se refiere al aquietamiento de las pasiones ... y la educación no se puede vivir sin pasión

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  12. ¡Excelente alcance! Digamos que el blog es una búsqueda de la ataraxia, precisamente debido a las pasiones e inquietudes varias que desata la educación...

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